Títol original: El bosc
Direcció: Óscar Aibar
Guió: Albert Sánchez Piñol. Basat en un relat propi
País: Espanya, 2012
Música: Albert García Demestres
Muntatge: Bernat Vilaplana
Interpretació: Àlex Brendemühl, Maria Molins, Pere Ponce, Tom Sizemore, Josep Maria Domènech, Benjamin Nathan-Serio
Durada: 98 minuts
Sinopsi
L'any 1936 esclata la Guerra Civil i les milícies anarquistes prenen el poder al Baix Aragó. Allà, Ramon i la seva dona Dora amaguen un secret ancestral: unes misterioses llums apareixen al costat del bosc que envolta la seva masia. Segons la tradició familiar, aquestes llums són una porta a un altre món del qual ningú torna. Quan Lo Coixo, un anarquista enamorat de Dora, intenta acabar amb Ramon, aquest es veurà obligat a entrar en els llums i desaparèixer. Dora resistirà a la guerra i l'assetjament de Lo Coixo amb l'única ajuda d'un oficial de les brigades internacionals i d'un vell anarquista, fins que Ramon reapareix des del més enllà.
COMENTARIS PROFESSIONALS
En Platillos volantes (2003), la película más
austera y radical de un Óscar Aibar que no ha dejado de sorprender y alterar
sus registros tras el debut problemático que supuso Atolladero (1995), un payés
narraba, con desparpajo coloquial, el aterrizaje de un ovni en su huerto ante
el cándido asombro de unos jóvenes aficionados a la ufología. El bosc parece
emanar de esa secuencia: una masía, una puerta dimensional y la Guerra Civil
como telón de fondo son los dispares elementos que maneja Aibar sin recurrir a
la distancia irónica, ni al ya gastado choque cómico entre costumbrismo español
y claves fantásticas percibidas como algo ajeno, inasumible para
una mirada
condicionada por años de tradición realista.
Albert Sánchez Piñol
adapta su relato El bosc, incluido en el libro Les edats d’or, tomando
decisiones razonables para adensar las relaciones entre sus personajes. Se
pierde por el camino algo del controlado humor del original y se subraya
demasiado —en especial con la llegada de los brigadistas— el sentido último de
la historia: que todos somos el Otro del Otro y que una Guerra Civil, más que
conflicto de otredades, es encrucijada de
prejuicios. La película entra en la
tradición abierta por El espíritu de la colmena (1973) y mutada en El espinazo
del diablo (2001) y El laberinto del fauno (2006) y logra romper inercias de
representación y caracterización referidas a ese periodo histórico. Podría ser
un buen episodio de Twilight Zone o Historias para no dormir, pero es una
película insólita, fresca y sorprendente que confirma la sana anomalía del
toque Aibar. JORDI
COSTA. EL PAÍS
...Deslumbra por la
audacia de sus planteamientos y el alcance del mensaje moral que sitilmente
desliza en una inquietante historia, que está perfectamente construida y cuenta
con unas potentes relaciones entre sus personajes. El sorprendente y emotivo
epílogo sigue demostrando que el cineasta trabaja sin sed y esto es algo muy de
agradecer y valorar en los tiempos que corren. PEDRO URIS. CARTELERA
TURIA
Aunque mezcla los dos mismos
ingredientes,
un relato fantástico y el contexto de la guerra civil española o
la posguerra, nada que ver entre el último filme de Óscar Aibar, un kamikaze
del género como ha demostrado en Atolladero o Platillos volantes, con las dos
películas de Guillermo del Toro, El espinazo del diablo y El laberinto del
fauno. Aibar ensaya una suerte de fantástico-rural en el que la contienda
civil, la amenaza del fascismo que avanza hacia la zona de Teruel o la
enemistad entre las fuerzas anarquistas de la zona y los brigadistas
internacionales funcionan como
apoyo emocional, como decorado argumental. Lo
que le interesa a Aibar es flirtear con géneros y tonalidades distintas (hay
melodrama, fantástico, cine rural, incluso comedia) y llevar a veces hasta el
límite sus ideas: los pasajes finales son, en este sentido, una demostración de
la libertad que ha tenido el cineasta en un género que es flexible, cierto,
pero también muy codificado. Aibar sugiere y muestra, y las dos cosas conviven
bien cuando generalmente lo hacen mal. La historia va de la noche de San
Lorenzo, la más cálida del año, a
la de San Blas, la más fría, y fluye a partir
de un elemento alienígena instalado en el cuerpo de un relato rural sobre la
guerra civil. La esfera verdosa e intangible situada en un montículo de árboles
circulares puede trasladarnos a otros mundos, y desde ellos, y a partir de la
visión de un campesino, se contempla la estupidez de la condición humana cuando
la guerra realiza sus estragos. QUIM CASAS. EL PERIODICO
“El bosc: Luces verdesEscrit per José
Arce
Dos noches al año aparecen unas extrañas luces verdes a escasos metros de la masía de Ramón (Álex Brendemühl) y Dora (María Molins). Irregular pero necesario en nuestro espectro cinematográfico por su valentía al margen de tendencias y modas, Óscar Aibar regresa a la dirección con El bosc, adaptación del cuento de Albert Sánchez Piñol que queda como un nuevo ejemplo de que el género
fantástico sigue en plena forma en nuestro país. «Por San Lorenzo y San Blas de casa nunca saldrás». Y es que la historia es muy sugerente, ambientada en el eterno fratricidio que el séptimo arte nacional se resiste a dejar de reflejar en pantalla pero desde un punto de vista novedoso más allá de su elemento de ciencia ficción; aquí los rojos marcan la fuerza opresora, y de sus disensiones internas ─que nada ayudaron durante el desarrollo del conflicto─ nacen los ángeles y demonios que circundan este cuento frío pero pintorescamente esperanzado.
El bosc: El fantástico ocultoEscrit per Jordi Revert
Extraño infiltrado en el
cine español, el cine de Óscar Aibar tanto ha sido capaz de entregarse al más
improbable fantástico (“Atolladero”, “Platillos volantes”) como a la
variante francotiradora de ese costumbrismo orgulloso de la picaresca autóctona
(“El gran Vázquez”). El bosc (veure tràiler),
surgida a partir de una historia de Albert
Sánchez Piñol, es una vuelta ciertamente desconcertante a la primera
opción. Desconcertante por desplazar a una subtrama invisible, solo narrada de boca de un personaje, la parte fantástica del relato; pero también, por proyectarla en una narración central en torno a la Guerra Civil que viene a invertir, exagerar y estirar los estereotipos armados por toda una tradición de representación de la contienda.
En
esa subversión del dibujo habitual, la cinta podría acercarse a ser el
inesperado reflejo de “El laberinto del fauno” (Guillermo del Toro,
2006): un diálogo entre dos dimensiones, la real y la fantástica, en la que la primera revienta los límites del realismo mediante la caricatura de sus personajes —aquí, soldados republicanos como villanos de la función, representados en un permanentemente cabreado Pere Ponce—, y la segunda invade el terreno de lo cotidiano para apoderarse de su normalidad —la mandrágora en la película de Del Toro, las hortalizas de la otra dimensión, en la que nos ocupa—. El problema es, que como en aquella, y a diferencia de la
sutilmente turbia “Pa negre (Pan negro)” (Agustí Villaronga, 2010), el tópico y el trazo grueso —la interpretación de Àlex Brendemühl, Tom Sizemore ligando en español— se acaban imponiendo como ley sin que el discurso se asiente tras las imágenes. El resultado dista de ser el rutinario, pero lo sorprendente de la propuesta tiene más que ver con su llamativa caligrafía que con un verdadero espíritu de derribo hacia el lugar común.
Dos noches al año aparecen unas extrañas luces verdes a escasos metros de la masía de Ramón (Álex Brendemühl) y Dora (María Molins). Irregular pero necesario en nuestro espectro cinematográfico por su valentía al margen de tendencias y modas, Óscar Aibar regresa a la dirección con El bosc, adaptación del cuento de Albert Sánchez Piñol que queda como un nuevo ejemplo de que el género
fantástico sigue en plena forma en nuestro país. «Por San Lorenzo y San Blas de casa nunca saldrás». Y es que la historia es muy sugerente, ambientada en el eterno fratricidio que el séptimo arte nacional se resiste a dejar de reflejar en pantalla pero desde un punto de vista novedoso más allá de su elemento de ciencia ficción; aquí los rojos marcan la fuerza opresora, y de sus disensiones internas ─que nada ayudaron durante el desarrollo del conflicto─ nacen los ángeles y demonios que circundan este cuento frío pero pintorescamente esperanzado.
El bosc: El fantástico ocultoEscrit per Jordi Revert
opción. Desconcertante por desplazar a una subtrama invisible, solo narrada de boca de un personaje, la parte fantástica del relato; pero también, por proyectarla en una narración central en torno a la Guerra Civil que viene a invertir, exagerar y estirar los estereotipos armados por toda una tradición de representación de la contienda.
2006): un diálogo entre dos dimensiones, la real y la fantástica, en la que la primera revienta los límites del realismo mediante la caricatura de sus personajes —aquí, soldados republicanos como villanos de la función, representados en un permanentemente cabreado Pere Ponce—, y la segunda invade el terreno de lo cotidiano para apoderarse de su normalidad —la mandrágora en la película de Del Toro, las hortalizas de la otra dimensión, en la que nos ocupa—. El problema es, que como en aquella, y a diferencia de la
sutilmente turbia “Pa negre (Pan negro)” (Agustí Villaronga, 2010), el tópico y el trazo grueso —la interpretación de Àlex Brendemühl, Tom Sizemore ligando en español— se acaban imponiendo como ley sin que el discurso se asiente tras las imágenes. El resultado dista de ser el rutinario, pero lo sorprendente de la propuesta tiene más que ver con su llamativa caligrafía que con un verdadero espíritu de derribo hacia el lugar común.