16 oct 2014

EL PASADO

Dijous 23 d'octubre, 20:30 h. - Casal La Violeta


Títol original: Le passé (The Past)
Direcció i guió: Asghar Farhadi
País: França, 2013
Fotografia: Mahmoud Kalari
Música: Evgueni Galperine y Youli Galperine.
Muntatge: Juliette Welfling
Interpretació: Bérénice Bejo, Tahar Rahim, Babak Karimi, Ali Mosaffa, Pauline Burlet, Elyes Aguis, Jeanne Jestin, Sabrina Ouazani, Valeria Cavalli...
Durada: 130 minuts
Versió: doblada al castellà
Qualificació: No racomanada per a menors de 12 anys


Premis 2013 (entre d'altres):

Nominada a la Millor Pel·lícula Estrangera als Globus d'Or; 5 nominacions incloent Millor pel·lícula als Premis Cèsar; Millor actriu al Festival de Canes...



Sinopsi:
Després de quatre anys de separació, Ahmad viatja de Teheran a París a petició de Marie, la seva dona francesa, per resoldre els tràmits del seu divorci. Durant la seva estada, Ahmad descobreix la conflictiva relació entre Marie i la seva filla. Els seus esforços per millorar aquesta relació trauran a la superfície un secret del passat.

Por Andrés Tallón Castro

El cine iraní tiene en su origen una trayectoria similar a la de otros países, basada en el cine de refugio y entretenimiento. Pero a finales de los sesenta se produjo un punto de inflexión. Irán pasó a ser un centro de innovación cinematográfico de relevancia. Floreció al calor de un proceso de occidentalización, donde tuvieron un papel sobresaliente instituciones como Kunan –una suerte de 
instituto de desarrollo para nuevos creadores– que empezó a financiar trabajos de jóvenes directores –como Abbas Kiarostami–. Surgió una nueva manera de entender el cine, al margen de la línea evasiva predominante. De todas formas, el hándicap de la censura o su carácter inescrutable para el común de los espectadores dificultaron su expansión entre el gran público. Se creó una dicotomía bastante común en la degustación del séptimo arte: divergencia de opinión entre el
gran público y la mayoría de la crítica. Unos acogieron el nuevo cine iraní como agua de mayo. La sabia nueva de autores causó sensación. En el extremo opuesto la desidia de unos espectadores reticentes a aceptar 
ese nuevo mesianismo. Parecía insalvable la falla generada en torno a la cinematografía iraní. Los prejuicios y las etiquetas mermaron su capacidad comercial; su éxito parecía limitado a festivales internacionales y círculos especializados.
Hasta que Asghar Farhadi se sacudió los falsos clichés que estigmatizaban su difusión popular, con la galardonadísima y maravillosa Nader y Simin, una separación (2011) –ganadora del Oscar y el Globo de Oro como mejor película de habla no inglesa 
y el Oso de Oro en el Festival de Berlín de 2011–.

Nader y Simin, una separación le abrió las puertas a su director, para rodar en Francia su última película: Le passé (2013). La 
esencia europea, latente en sus anteriores películas, se convierte en un hecho. Exilio creativo en el que, amén del suculento atractivo de rodar en el viejo continente, tuvo mucho que ver –intuyo– las asfixiantes medidas para cohibir la libertad creativa de los cineastas en su país de origen. Muchos creen que la restricción de ciertas libertades expresivas, los ataques al cine comercial y a la importación, así como el fomento de un cine respetuoso con los valores islámicos –sobre todo tras la Revolución Islámica de 
1979–, favorecieron un cine metafórico de alta calidad, rico en lecturas y en sutilezas. El propio Farhadi entiende que la autocensura es mucho peor que la censura institucional. No obstante, que la reprensión expresiva sea una fuente de creatividad, es matizable y discutible. Si bien abundan los casos que lo corroboran, creo que nadie en su sano juicio diría que la libertad es un inhibidor de creatividad. Por ello, es comprensible la emigración artística del cineasta iraní, a pesar de que su cine dista 
de ser considerado como disidente.

El pasado comienza con una escena especialmente memorable, por sutil, bonita, delicada y tierna. Donde sin decir nada se dice todo. Fahardi filma el reencuentro entre una mujer y lo que parece ser su marido, pero no pueden comunicarse pues se hallan separados por un cristal. Un juego alegórico brillante. Un ejercicio formal inteligentísimo. El encuentro es, en realidad, el de Marie-Anne y su ex pareja. Su mímica hacía 
presagiar otro tipo de relación. El cristal da cuenta del status formal, las pantomimas del afectivo. Una tensión expresiva no resuelta. Una genialidad que da el pistoletazo de salida a un drama familiar cuya mecánica es idéntica a la de las muñecas rusas. Cada intriga alberga en su interior un nuevo secreto, que a su vez conduce a un nuevo misterio. Lo que parecía la vuelta de un ex marido –llamado Ahmad–, desde Teherán a París, para formalizar los papeles de su divorcio, termina convirtiéndose en una 
odisea familiar de dimensiones titánicas. La llegada de éste, desatará un torbellino emocional. El pasado reciente de su hijastra mayor, su ex mujer y su pareja dejan al descubierto un tejido de emociones tan inquietante, como dañino para la  convivencia. Cada miembro de la familia parece víctima de una zozobra pasional. La tracción conflictiva es rodada con discreción. Con una cadencia visual particularmente envolvente, el director irá dando forma a un drama que flirtea –al igual que en sus 
anteriores películas– con otros géneros.


Conviene mencionar la naturaleza sobresaliente del elenco actoral, comandado por la fabulosa Bérènice Bejo –protagonista de The Artist (2011), premiada como mejor actriz en el pasado Festival de Cannes por su actuación en Le passé–, el intérprete principal de Un profeta (2009), Tahar Rahim y Babak Karimi. Los tres encabezan el recital interpretativo que pone el broche de oro a un filme, cuya humanidad 
esmerada conmueve de principio a fin. En resumidas cuentas, Farhadi pinta un cuadro de ambigüedades, de secretos. Un pequeño retrato sobre la obsolescencia familiar. Un maremoto de vida, de desconsuelo. Con precisión meridiana, sin lugar para la improvisación se tejen los telares narrativos de una historia sin más beneplácitos que los necesarios.